lunes, 9 de noviembre de 2009


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Me encontraba como asistente al último congreso de filosofía latinoamericana realizado en Medellín y el día previo a la culminación del mismo, ya sin charlas que me apeteciera escuchar, decidí salir a caminar la ciudad; como es de suponer tome el metro para vivenciar la utilización de este sistema de transporte, lo que me llevo al metrocable, novedad de la ciudad en ese momento, imponente obra de ingeniería a los ojos de un neófito en el tema como yo, la organización, la buena voluntad de las personas que utilizaban este nuevo recurso tecnológico para su movilidad me dejo impresionado, se respiraba un aire de pertenencia hacia la obra, todos aquellos que lo utilizábamos por primera vez fuimos rápidamente instruidos en la utilización del mismo por varias personas en el proceso de abordaje, que por demás a esa hora del día era bastante ágil, curiosamente hube de subirme a la burbuja acompañado de dos habitantes de la ciudad uno bastante joven que también lo utilizaba por primera vez y un señor de edad adulta que ya había utilizado el servicio de metrocable, también iban con nosotros tres visitantes nuevos que provenían de la ciudad de Cali, ellos dignos hijos de la sociedad moderna con sus cámaras y demás aparatos tecnológicos, que no desentonaban en esta burbuja de metal, que lentamente empezó a ascender sobre la falda de una de las tantas montañas que rodean la ciudad, la sensación de vértigo se empezó a sentir en mi ser, que siempre ha sido reacio a todos este tipo de infraestructuras, este vértigo se disipaba mientras escuchaba los clicks de las cámaras de los caleños, me dispuse a deleitarme con el paisaje, en primera instancia vi una ciudad no muy diferente a la que habito, a priori encontré un gusto particular en lo que al desarrollo de esta urbe se refiere y recordé algunos relatos, epopeyicos,-por la forma que contaba mi abuelo- de cómo fue la formación de esta zona del país, vino a mi mente lo que significaba la fuerza de un pueblo que se une en torno al progreso.
Resulta ser, que este metrocable al que hago referencia, consta de tres ascensos en uno solo, es decir, tiene algo así como tres etapas de ascenso con una parada intermedia, en la primera etapa como relataba antes, me regocije bastante, a tal punto que dentro de la burbuja se gesto un aire de orgullo patrio en el cual todos alabamos las bondades del desarrollo de la ciudad, muy curioso resulto este instante, pues nos unimos en torno al ideal de la posibilidad de desarrollo en la ciudades que habitábamos los bisoños visitantes de la obra; al darse inicio el segundo ascenso, el paisaje cambio radicalmente, ya debajo nuestro, no se dibujaba una ciudad que se pareciere a la que nosotros habitamos, esta ya era otra ciudad, las casas eran de construcciones precarias, las calles no estaban pavimentadas, había de aguzar la vista para captar con detalle el desorden que ofrecía esta parte de la ciudad, tejados con escombros, mucha ropa tendida por todos lados, los niños semidesnudos correteaban por polvorientas calles, que infundían un cierto temor, un grupo de muchachos capto rápidamente mi atención, pues, se encontraban agazapados en una esquina, en sus rostro hube de percibir algo de angustia -me recordaron a Vladimir y Estragón- estaban allí sin hablar mirando fijamente las burbujas del metrocable que pasaban, como esperando algo, el joven que me acompañaba en el viaje se percato de mi interés en ellos, a lo que me cometo en voz baja mirando a los caleños y con algo de complicidad: “si ellos se bajan aquí, chau cámaras”, esboce una sonrisa nerviosa, inmediatamente llegamos a la estación de parada en la mitad del recorrido, el señor se apresto a que consideráramos seguir el recorrido y no bajarnos en este lugar, a lo que obedientemente asentimos y proseguimos este dantesco viaje, que inicio su último ascenso, ahora el panorama era aun más deprimente fuera de la burbuja que nos protegía de la realidad, esta parte de la ciudad era aun mas apesadumbradora, no se distinguía entre calles y casas era como un solo techo de latas, donde algunos orificios entre ellas permitían ver los ojos de algunas almas que parecían gritarle a la burbuja que las sacara de allí, el ambiente se hizo más tenso afuera y dentro de la burbuja, los clicks dejaron de sonar, callamos al unisonó, es como ver otro país, el país que uno cree que no existe, que cruel es la realidad de una nación cuando se le mira a los ojos, -pensé-, mis pensamientos fueron abruptamente rotos cuando con una repentina fuerza el muchacho y el señor empezaron a contarnos historias sobre las cosas terribles que nos podrían suceder si estuviéramos caminando por allí, los caleños por primera vez en el recorrido no musitaron palabra alguna, yo particularmente, quería huir lo más rápido posible, llegamos al tope del recorrido, en un silencio extraño, creo que a ninguno de nosotros se le ocurrió bajarse en esa parada.
La burbuja inicio el descenso de la montaña y por unos minutos proseguimos en silencio hasta que en un tono conciliador, el señor dijo: “pero hay que ver, como el metrocable ha ayudado a esta pobre gente”, no pude más que asentir con la cabeza y dejar ver una sonrisa de aceptación al comentario, no he de contar el resto del recorrido, puesto que no lo recuerdo, mi mente para ese momento era una tormenta de pensamientos.
De regreso a la Universidad de Antioquia (allí se realizo el congreso), opte por caminar y pensar en el hecho mismo, me abstraje del mundo en una horrible depresión y al llegar a mi destino, me he encontrado con un amigo nativo de Medellín (asistente también al congreso), que percibió lo acongojado que me encontraba y me inquirió en el porqué, a lo que le conté lo anteriormente relatado; he quedado yo perplejo ante la carcajada que soltó este al finalizar mi historia, le dije que no me parecía gracioso, y entonces, el me ha dicho: “hombre amigo mío, los pobres son pobres porque quieren ser pobres, esa gente esta así porque lo desea, no anhela nada más de lo que tiene porque no conoce nada más, así son felices,-me dijo- y remato con, por eso creen en Dios”.
Este suceso de mi vida me ayudo a entender buena parte de los conceptos de Marx, pues luego del mismo, me di a la tarea de leer algunos textos del autor, -digo yo- buscando alguna solución a los problemas que enfrenta esta nación que no queremos ver, y de alguna manera también para contradecir a mi amigo antioqueño que aducía “que la gente es y vive así porque quiere”; después de leer muchas cosas encontré que ya en la época indígena, los chibchas, dejaron ver algunos elementos socio-culturales, que bien pueden encajar dentro de la postura marxista, ellos por ejemplo, tenían un sistema de producción bastante sólido en el cual encontraban esa directa correlación con la naturaleza que aduce Marx en El Capital, la industria primaria en lo que a orfebrería y explotación de minerales se refiere esbozaba un desarrollo industrial acorde a las necesidades del entorno y que los españoles a su llegada notaron rápidamente, “Es gente de mediano ingenio para hacer cosas artífices como hacer joyas de oro y remendar las que ven en nosotros, y en el tejer de su algodón, conforme a nuestros paños, para remedarnos; aunque lo primero no lo hacen tan bien como los de Nueva España, ni lo segundo tan bien como los del Perú” ; ya en lo comercial se puede asumir que el intercambio intertribal era un elemento importante en lo que al desarrollo de las fuerzas productivas hace mención.
En cuanto a lo social, según Francisco Posada: “La sociedad chibcha vivía en el siglo XVI una época de transición(…). De ahí que no se encuentre ni propiedad comunitaria típica, ni propiedad privada típica; hallamos mas bien, una escala de matices: vieja propiedad comunal, sementeras de caciques y otras dignidades trabajadas por indígenas, parcelas individuales cuyos modos de apropiación aun no ha sido determinado.(…) Pudimos localizar un importante tráfico comercial, aspecto significativo del avanzado desenvolvimiento de las fuerzas productivas de estos grupos –“avanzado” en comparación con sociedades bárbaras o neolíticas clásicas, o mejor, con ciertas exposiciones de la propia cultura chibcha que conllevan evidentemente su desmedro(…). De ahí que aventuráramos la hipótesis de que el papel que eventualmente podría juzgar el estado habría de ser decisivo para el desarrollo económico de los Muiscas.”
Ahora bien, como dejo ver en el acápite anterior, las comunidades indígenas nuestras ya proponían un sistema socio-económico que se asemejaba a lo que son los conceptos de materialismo histórico, plusvalía y demás elementos que componen la teoría de Marx, pero estos, no se desarrollaron en plenitud en nuestra tierra por las razones históricas que todos conocemos, ya en el pasado siglo la izquierda política se alzo como opositora del sistema capitalista fundamentándose en los principios marxistas, pero sin la fuerza necesaria como para que germinara mas allá de pequeños círculos, puesto que el hombre de la Colombia del siglo XX y de este siglo, es un hombre que ya nace enfermo de capitalismo, se entrega a la esperanza featica del mundo metafísico donde todo su sufrimiento será recompensado y entonces se hace de una falsa moral y se arroja al mundo de las cosas, dejo de pensar por sí mismo, no vio a la filosofía como algo factico, la dejo fallecer agónicamente en la academia, la revolución del proletariado fue y es simplemente un discurso que debe ser analizado desde una perspectiva escolar, como algo que se da o dio en otras regiones planetarias, pero que nunca germinara en nuestra sociedad, porque, aquí tiene razón mi amigo antioqueño, “estamos felices, como estamos”; ¿para qué pelear por causas que van a ser derrotadas por titanes capitalistas como el metrocable?.

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